diumenge, de juny 08, 2008

Por la noche.....


Por las noches, al acostarse, una imagen le venia una y otra vez a la mente: se veía a si misma sentada en el alfeizar del ventanal observando la ciudad dormida. Con la luz de las velas a su espalda estaba allí sentada, inmóvil, con los pies colgando hacia la fachada de aquel quinto piso. Las manos tapaban su cara y en un gesto muy lento movía los brazos hasta apoyarlas junto a sus caderas, mantenía los ojos cerrados mientras una lágrima recorría su rostro.
Jamás había sido capaz de continuar la escena, siempre la paraba allí e intentaba pensar en otras cosas, en otros tiempos que fueron mejores.


Después de un largo y agobiante día de trabajo Laura entró en casa, se preparó un baño con agua caliente, encendió unas velas por toda la casa y se sirvió una copa de vino tinto. Entró en el baño, se despojó de su ropa y, sentada al filo de la bañera, observó como caía el agua absorta en sus pensamientos.

Apagó las luces y se metió en su baño aromatizado. Su cuerpo y sus músculos se relajaban con la calidez del agua e intentaba que su cabeza hiciera lo mismo, se concentró en el ruido que hacia el chorro de agua al caer en el agua estanca pero no lo conseguía.



Se sentía triste, sola, echaba de menos una parte de su vida que ya había quedado zanjada. Se recostó, bebió un trago de vino y observó el fuego de las velas. ¿Y si aquella noche era el momento de reproducir la escena que siempre le venia a la cabeza al acostarse? Su vida cada vez tenia menos sentido, tenia la sensación que pocos la echarían de menos. Se acabó de un trago la copa de vino y salió de la bañera.

Se secó suavemente el cuerpo y el cabello con una toalla y se puso el albornoz. Sin encender las luces caminó descalza hacia el salón, encendió el equipo de música, Coltrane le pareció una buena elección para el momento. Se llenó otra vez la copa de vino, encendió un cigarro y miró por el ventanal.



El saxo de Coltrane sonaba de fondo y de pronto, sin saber muy bien como ni xk, Laura estaba sentada en el alfeizar de la ventana, con los pies colgando y observando la ciudad dormida. El cigarro en una mano y la copa de vino en la otra, la luz tenue de las velas a su espalda.
El cigarro se consumía, el vino se calentaba y Laura seguía allí sin pensar en nada. Permaneció absorta hasta que se abrasó los dedos con el cigarro consumido y lo tiró al vacío.



Levantó la copa y observó el color burdeos del vino pegado al cristal de Bohemia mientras hacia movimientos circulares. Lo observó a contraluz, con la única luz que se distinguía en la negra noche, la luna.



Con la copa frente a su cara desvió la mirada hacia la luna, de repente abrió la mano y dejó caer la copa al vacío. Oyó el ruido de los cristales contra el suelo y estalló a llorar.