El barrio tiene un tanto por ciento de población bastante mayor, algunos de ellos ni siquiera saben leer y en ausencia de sus hijos o familiares vienen a ti para que les digas que pone en esa carta de hacienda, del gas o, como no, del médico. Cuentan contigo para un montón de cosas y tu estas encantada de formar parte de la vida de esos abuelitos entrañables que te traen bombones por Navidad para agradecer lo que haces por ellos.
En ausencia de mis abuelos, a los que nunca conocí, y de mis abuelas, que se fueron hace unos años (me acuerdo un mucho de ellas) algunos de los mayores que se acercan casi a diario a la farmacia son como una extensión de mi familia. Son como mis abuelos postizos que preguntan "como te ha ido tal viaje", "como anda el resto de la familia" o "como van mis pretendientes (palabra textual)".
Hace 10 minutos me he cruzado por la calle con el señor Manuel, caminaba cabizbajo hacia el médico, vestido de luto. Este fin de semana ha muerto su señora con la que había compartido casi 70 años de sus vidas. He hablado 20 minutos con él y se me ha encogido el corazón al oírlo hablar de su mujer.
"70 años Maite, 70 años juntos. Y ahora que?"
Escribo estas lineas con un nudo en la garganta y alguna lágrima asomándose en mis ojos. Mi abuelo postizo está muy triste y yo no le puedo ofrecer más que un abrazo.
Ilustro el post con una foto de Ailim.
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