dilluns, de juliol 28, 2008

Aquí juegos, allí cárcel

JOAN BARRIL 28/07/08 El Periódico de Cataluña

Una cosa es saber y otra es preguntar. En el conocimiento mutuo que mantenemos las personas hay elementos personales que ni siquiera se deberían preguntar. No suele ser de recibo que, en los momentos iniciales de una relación, uno pregunte al otro sobre su religión, sobre su declaración de la renta o sobre el color de su ropa interior. Ni se pregunta ni tampoco se informa a la primera de cambio. Somos seres sociales abiertos y nos gusta o nos disgusta la gente por lo que vemos de ellos, no por lo que son.
La condición homosexual es una de esas características que si hay que saberla, ya nos será dicha. Las preferencias sexuales de la gente que nos rodea forman parte de su esfera más privada. La homosexualidad no va a hacer que la paella del cocinero gay sea mejor o peor que la del cocinero hetero. Ser homosexual en España ya no es una causa precisamente porque la causa de la igualdad se ha conseguido. Desde los tiempos no tan lejanos en los que el homosexual era el sujeto predilecto de la llamada Ley de Peligrosidad Social hasta hoy, se ha avanzado mucho. Y precisamente ahora es cuando empiezan a producirse hechos extraños como los famosos Eurogames de Barcelona.

Mi pasión por el deporte es mínima. Pero entiendo que en determinadas pruebas deportivas se busque una segregación en función de las características físicas de los participantes. Así sucede en el boxeo, a partir del peso de los contendientes y en otros deportes de equipo en los que los jugadores se organizan por edades o por sexos.
Pero ¿tiene sentido una celebración olímpica homosexual? ¿El orgullo gay llega al extremo de buscar la autosegregación? Mucho me temo que esas manifestaciones de la homosexualidad cerrada y autorreferencial no están inspiradas en ninguna reivindicación real, sino en la explotación económica de un colectivo que ha demostrado tener un poder adquisitivo superior a la media. El mercado busca sectores exclusivos para llenarles de objetos y de servicios. Y el mercado no tiene religión ni ideología. Ese tipo de eventos festivos de consumo interno degradan la necesaria lucha por los derechos de los homosexuales en lugares donde la homosexualidad sigue estando penada con la cárcel o con la muerte. A todos aquellos que hemos hecho de la libertad sexual en todo el mundo una causa por la que vale la pena combatir, lo de los Eurogames nos suena a juerga frívola y difícilmente comprensible.