Este fin de semana ha hecho 7 años que tengo mi propia farmacia (bueno... la mitad) El tiempo me pasa volando. Aun y el tiempo que ha pasado aun siento como si estuviera empezando.
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Nunca he sabido de donde me viene la vocación pero recuerdo que con 8 años fui a una emisora de radio con mi primo a recoger un premio que le había tocado y nos hicieron una mini entrevista en directo, nos preguntaron que queríamos ser de mayores y yo contesté “farmacéutica”, la locutora se quedó flipando y recuerdo que me pregunto “no quieres ser peluquera? Es lo que suelen contestar las niñas”.
La farmacia tiene dos vertientes que no tienen demasiado en común: el negocio y la parte sanitaria. Las facturas, los números, la contabilidad, no es la parte que más me gusta, pero tampoco me importa si tengo que hacerlo. La parte sanitaria se entremezcla con la humana, el trato con el paciente, ayudar a alguien, ver que confían plenamente en ti, eso reconforta.
La farmacia tiene dos vertientes que no tienen demasiado en común: el negocio y la parte sanitaria. Las facturas, los números, la contabilidad, no es la parte que más me gusta, pero tampoco me importa si tengo que hacerlo. La parte sanitaria se entremezcla con la humana, el trato con el paciente, ayudar a alguien, ver que confían plenamente en ti, eso reconforta.

Como todas las profesiones tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, al igual que todos los trabajos, quizás lo único que echo algo de menos es tener compañeros de trabajo, pero otras muchas cosas lo suplen.
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En fin, que llevo desde los 16 años metida en el mundo de la farmacia y siete llevando la mitad de un negocio y se lo debo todo a mi familia (que nada tienen que ver con el mundo del boticario) que me han ayudado a llegar hasta aquí y que siguen haciéndolo.
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