dijous, de març 13, 2008
Isidre Esteve
"Finalmente, apareció la figura imponente de la moto naranja de Marc Coma. Mi amigo, compañero de aventuras y competición, rival en tantas carreras, fue el primero de los pilotos que paró la moto, se quitó el casco, bajó la cabeza y me preguntó: “Que tienes Isidre?”. Le respondí con la voz apagada por el dolor. “Avisa a todo el mundo Marc. Que vengan, estoy fatal y nunca me había pasado nada parecido. Nunca. Marc, avísalos. Que no siento las piernas, no siento nada de mi cuerpo.” El campeón del Dakar 2006 se hundió. Golpeó el suelo varias veces y gritó como si la vida se le fuera por la garganta increpando el cielo por su amigo abatido.
Todos sabemos lo que pasa, o lo que puede llegar a pasar, y asumimos los riesgos. Somos veteranos en un deporte en el que la máquina y el azar son tan importantes como el trabajo y el talento, pero no piensas nunca que te pueda pasar a ti, que la vida sea capaz de dejarte una sorpresa en cualquier recta, en cualquier curva del camino. Son como los accidentes de tráfico; siempre piensas que le tocará a otro, que nunca te pasará a ti. Pero a veces la vida nos convierte en protagonistas, en estrellas invitadas de una película que jamás quisimos rodar. Marc sintió un escalofrío por dentro, de aquellas que te encogen el corazón. Me dijo que avisaría enseguida y continuó su camino con los ojos llenos de lágrimas por el dolor de la certeza."
Aún recuerdo aquel día, recuerdo poner la radio al acostarme y oír la noticia de la caída de Esteve en la Baja Almanzora. Lo recordé subiendo al barco como una flecha en el embarque de Málaga, lo recordé rodando por los caminos de África...
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